Las raíces de la tergiversación El abandono del Texto Mayoritario

   “Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces” .(Salmo 12, 6)

   En los capítulos anteriores hemos señalado -aunque sea de manera muy breve y sucinta- la manera en que una versión de la Biblia como la Versión Popular “Dios habla hoy” altera el texto bíblico suprimiendo pasajes, cambiando el sentido de los mismos, añadiendo libros que no están en la Biblia, y alterando la interpretación de los textos sagrados contenida en las propias Escrituras, para sustituirla por otra de carácter teológicamente liberal. Las razones para realizar acciones de tanta gravedad pueden resumirse en tres que serán analizadas en este capítulo y en los dos siguientes. 

    La primera de ellas es el abandono del Texto Mayoritario -también conocido como Texto recibido o Textus Receptus- del Nuevo Testamento y su sustitución por un texto del Nuevo Testamento mucho peor que arranca del trabajo realizado durante el siglo XIX por los británicos llamados Westcott y Hort. El texto griego de Westcott  y Hort fue apenas variado por Nestle y, partiendo de éste, se elaboró el Nuevo Testamento Griego, publicado por las Sociedades Bíblicas. Éste -en cuya edición colaboró incluso Carlo Martini, un prelado católico- constituye actualmente la base para traducir el Nuevo Testamento en casi cualquier lengua sea quien sea quien realice la traducción. Así además de servir para la Versión Popular ha sido utilizado por versiones católicas  como la Biblia del Peregrino (1993) o la Biblia de la Casa de la Biblia (1993).

            Según confesión de los propios Westcott y Hort,  la base de su texto griego del Nuevo Testamento es, fundamentalmente, el contenido en los manuscritos conocidos como Sinaítico y Vaticano. Los defensores de las nuevas versiones bíblicas insisten en la antigüedad y exactitud de estos dos manuscritos que, supuestamente, justificarían alteraciones del texto bíblico como las que hemos visto en los capítulos anteriores. Semejante afirmación sólo puede sustentarse en la mala fe o en la ignorancia más peligrosa.

I) El Sinaítico y el Vaticano son textos corruptos:

     Para empezar, hay que señalar desde el principio que tanto el manuscrito Sinaítico como el Vaticano constituyen textos  del tipo que suele denominarse corrupto. Con esto se quiere indicar que no sólo constituyen obras incompletas, sino que además han sido objeto de alteraciones que invalidan sustancialmente su valor. La afirmación de John Burgon en el sentido de que sobre el conjunto de los manuscritos el Sinaítico y el Vaticano “son los más corruptos de todos”, lejos de ser una exageración, constituye una descripción más que adecuada. Por mencionar sólo algunos datos al respecto debe señalarse que el Vaticano omite toda la I carta a Timoteo, toda la segunda carta a Timoteo, toda la carta a Tito, casi todo el Génesis (Génesis 1 a 46, 29), extensas porciones de Samuel, Reyes, Nehemías, los últimos doce versículos del Evangelio de Marcos, la oración de Jesús en la cruz pidiendo el perdón de sus enemigos, la agonía de Jesús en Getsemaní, los últimos cuatro capítulos y medio de la carta a los Hebreos, treinta y tres de los Salmos y un largo etcétera. Sin embargo, añade libros apócrifos como Tobías, Judit o la historia de Bel y el dragón, todos ellos, por cierto, contenidos en la Versión Popular -Dios habla hoy-. Asimismo en Job presenta adiciones en unos 400 ver-sículos de acuerdo a las enseñanzas de un discípulo del hereje Marción. Con todo, no acaban ahí las relaciones entre este texto y los herejes.  Sus puntos de contacto con la teología origenista en pasajes que niegan la divinidad de Cristo es demasiado frecuente como para que pueda tomarse como casual. En relación con el Texto Mayoritario o Textus Receptus (TR), omite al menos 2.877 palabras, añade 536, sustituye 935, cambia de lugar 2.098 y modifica 1.132. En total contiene 7.578 divergencias. Su impor-tancia, sin embargo, es enorme ya que unas nueve décimas partes de las alteraciones del Nuevo Testamento griego en relación con el Textus Receptus derivan de este manuscrito.

   En el caso del Sinaítico, el carácter de texto corrupto no es menor.  De hecho, nos encontramos con un documento en el que realizaron modificaciones no menos de diez escribas diferentes a lo largo de un período no inferior a setecientos años. Como señaló Tischendorf, su descubridor, el Sinaítico contiene no menos de catorce mil ochocientas alteraciones. No es extraño, por lo tanto, que sólo en los Evangelios omita unas cuatro mil palabras, añada unas mil, y cambie de lugar y altere otras tres mil.   Además de esto contiene unas mil quinientas lecturas que no aparecen en otros manuscritos. En relación con el TR, las diferencias llegan casi a la cifra de nueve mil, prácticamente una por versículo. Como en el caso del Vaticano, las omisiones son asimismo frecuentes. Carece de los finales de Marcos y de Juan ; de treinta y nueve palabras  en Juan 19, 20-1, de veinte palabras en Juan 20, 5-6 ; de diecinueve palabras de Marcos 1, 32-4, de catorce palabras en Marcos 15, 47 ; de pasajes como Juan 5,4 ; Mateo 16, 2-3 ; Romanos 16, 24 ; Marcos 16, 9-20 ; I Juan 5, 7 ; Hechos 8, 37 ; Génesis 23, 19-24, 46 ; Números 5, 27-7,20 ; I Crónicas 9, 27-19, 27, etc; de libros como Éxodo, Josué, I y II Samuel, I y II Reyes, Oseas, Amós, Miqueas, Ezequiel, Daniel y Jueces. Sin embargo, añade apócrifos como Bel y el Dragón, Tobías y Judit, todos ellos presentes en la Versión Popular -Dios habla hoy-.    

      Señalemos finalmente que además el Sinaítico y el Vaticano ni siquiera son coincidentes entre si. El Vaticano contiene cerca de ocho mil alteraciones y el Sinaítico cerca de nueve mil en relación con el TR pero esas variaciones ni siquiera son las mismas en los dos manuscritos. De hecho, el Sinaítico y el Vaticano discrepan entre si no menos de una docena de veces por página. Como muy bien señaló Colwell en el setenta por cien de los versículos de los Evangelios, el Sinaítico y el Vaticano discrepan. En palabras de Burgon: “Es más fácil encontrar dos versículos consecutivos en los que estos manuscritos difieren que dos en los que concuerden”Ciertamente, analizado desde un punto de vista meramente científico y racional, resulta obvio que pretender fundamentar una versión adecuada del Nuevo Testamento griego correcta sobre manuscritos tan cargados de deficiencias resulta menos que aceptable.  De hecho, constituye un disparate sin paliativos.  

II)  El Sinaítico y el Vaticano son textos tardíos:

    Además de corruptos, tanto el Sinaítico como el Vaticano son manuscritos que, en comparación con el TR, no sólo no resultan antiguos sino modernos. Pertenecientes ambos al s. IV, resultan posteriores ya a diversas traducciones de la Biblia anteriores, a veces, incluso en dos siglos que partieron -lógicamente- no del Sinaítico y del Vaticano sino de textos del Nuevo Testamento griego más antiguos y a los que luego nos referiremos.

III) El Sinaítico y el Vaticano son textos minoritarios :

   Al hecho de ser textos corruptos y tardíos, el Sinaítico y el Vaticano añaden otra circunstancia negativa no menos importante. Nos referimos al hecho de que el Sinaítico y el Vaticano encuentran un apoyo mínimo dentro del conjunto de manuscritos del Nuevo Testamento griego que han llegado hasta nosotros. De hecho, sólo menos de un cinco por ciento de los 5.309 manuscritos que contienen, en todo o en parte, el texto griego del Nuevo Testamento coinciden, siquiera parcialmente, con el texto del Sinaítico o del Vaticano. Para colmo, como ya indicamos, ni siquiera estos dos manuscritos son totalmente coincidentes entre sí, ya que el número de discrepancias existentes entre el Sinaítico y el Vaticano resulta espectacular.

    En resumen, los textos representados por el Sinaítico y el Vaticano son:

1.  Tardíos y posteriores a buen número de las primeras traducciones del Nuevo Testamento a lenguas populares.

2.  Poco fiables por su carácter corrupto y alterado.

3.  No coincidentes con la aplastante mayoría de los manuscritos que, en todo o en parte, recogen el texto del Nuevo Testamento griego

  1. 4.   Discrepantes incluso entre si en un número considerable de casos y
  2. 5.   Muy influidos por las herejías de autores como Marción u Orígenes.

IV) El Textus Receptus es un texto mayoritario, más antiguo y más fiable:

    Frente a las penosas características que padecen los manuscritos Sinaítico y Vaticano el TR del Nuevo Testamento -en el que se basa la Versión Reina-Valera entre otras- presenta unas notas de enorme interés.

A) El TR es un texto mayoritario. Algo más del noventa y cinco por ciento de los manuscritos del Nuevo Testamento que han llegado hasta nosotros  coinciden con el TR.

B)  El TR es un texto más antiguo. El TR no sólo es anterior al s. IV -l siglo en que se redactaron el Sinaítico y el Vaticano- sino que sirvió de base para las primeras traducciones del Nuevo Testamento a lenguas vulgares y fue el citado por los primeros autores cristianos, los denominados Padres de la Iglesia.

Los ejemplos que se pueden mencionar al respecto son innumerables y tenemos que limitarnos a unos pocos nada más. Baste decir que la Peshitta  realizada en torno al 150 d. de C. – es decir, unos dos siglos antes del Sinaítico y del Vaticano -utilizó el TR ; que la Versión itálica (c. 157 d. de C.)  se valió del TR ; y que la iglesia gala del sur de Francia (c. 177) utilizó el TR. Ya más adelante, en pleno siglo IV, el TR siguió siendo preferido a textos como el Sinaítico o el Vaticano que ya existían.  Así la versión gótica (s. IV) se valió del TR; el Códice W de Mateo (s. IV-V) reprodujo el TR y el Códice A  (s. V) sigue el TR. No menos significativo es el caso de las citas del Nuevo Testamento contenidas en los escritos de los Padres de la Iglesia.  Éstos -pese a citar de memoria no pocas veces- siguen de manera aplastante el TR.  Por ejemplo, el texto de I Timoteo 3, 16 donde se afirma que “Dios fue manifestado en la carne” es citado de la misma manera por Ignacio, Bernabé e Hipólito (s. II), Diodoro de Tarso (m. 370), Gregorio de Nisa (m. 394),  Juan Crisóstomo (m. 407),  Atanasio y Eutalio (s. V), y un largo etcétera, Ni uno sólo de los Padres de la Iglesia se opone al texto como aparece en el TR. De hecho, de 254 manuscritos griegos conteniendo las Epístolas de Pablo, 252 presentan el término “Dios” como en el TR ; dos leen “hos” (el cual) y ni uno contiene “Cristo” como la Versión Popular. 

C) El TR es un texto más fiable. De todo lo anterior se desprende, de manera lógica, que el TR es un texto mucho más fiable que el elaborado por Westcott y Hort a partir del Sinaítico y del Vaticano. Con el TR coincidieron las citas del Nuevo Testamento contenidas en los Padres de la Iglesia y en los leccionarios pero además también sirvió de base ya desde el s. II para las traducciones del Nuevo Testamento a lenguas vulgares. No sólo eso. El TR fue asimismo la base para la inmensa labor en favor de la difusión y lectura de la Biblia que se inició a principios del s. XVI. Fue el texto utilizado por la Biblia Políglota Complutense publicada en Alcalá de Henares, España en 1522 y, posteriormente, por las traducciones bíblicas de Lutero al alemán (1522), de William Tyndale al inglés (1525), de Oliveton al francés (1535), de Coverdale al inglés (1535), de Matthews al inglés (1537), de Taverners (1539), de Ginebra (1557-60), de Reina al castellano (1569), al checo (1602), de Diodati al italiano (1607) y del Rey Jaime al inglés (1611).  El TR constituyó la base asimismo para las ediciones del Nuevo Testamento griego realizadas por Erasmo (1516),  Stephanus (1546-51), Beza (1598) y Elzevir (1624).  Que así fuera tiene una lógica indiscutible.  Los eruditos, los reformadores, los teólogos – que no pocas veces tuvieron que arriesgar su vida y sus bienes – optaron siempre por el texto mayoritario, el TR, como base para su estudio, su enseñanza y sus traducciones del Nuevo Testamento. A fin de cuentas, ése era el texto que contaba con el apoyo prácticamente unánime de la cristiandad, al menos, desde el siglo II.

 Naturalmente, al examinar -siquiera sucintamente- estos datos surge una serie de preguntas obligadas. ¿Por qué Westcott y Hort prefirieron el Sinaítico y el Vaticano como base de su texto del Nuevo Testamento griego en lugar del TR ?  ¿Qué les llevó a tomar una decisión así que contradecía la lógica, el conocimiento y la historia del cristianismo a lo largo de casi dos milenios?  ¿Se trató de un simple error? ¿De mera ignorancia combinada con buena fe? Como tendremos ocasión de ver en el próximo capítulo, la elección de Westcott y Hort fue consciente pero no se basó en la ignorancia, sino en motivaciones mucho más turbias y peligrosas.