LA SEGURIDAD ETERNA DE LA SALVACION

 

 

Aquellos que han sido elegidos por Dios, sustituidos en la muerte por Cristo y llamados eficazmente por el Espíritu Santo han alcanzado una posición en Cristo y un estado de gracia que no depende de circunstancias o condiciones humanas y que, por lo tanto, es eternamente inalterable.

 

Hebreos 10:14  Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

 

La elección que Dios hace de su pueblo los predestina para alcanzar salvación; siendo que éste es un decreto divino  que no puede ser alterado  aquellos que han sido predestinados alcanzarán infaliblemente  aquello para lo que fueron destinados.

 

Romanos 8: 29- 30   Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.   Y a los que predestinó, a éstos también llamó;  y a los que llamó,  a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.

 

La sustitución que  Cristo  logró en la cruz es una sustitución real  y no supuesta, por lo tanto los que han sido sustituidos no pueden más morir  haciendo inválido el sacrificio del Señor.  Sus culpas y pecados pasados, presentes y futuros han sido cancelados por la muerte del Redentor y poseen vida para la eternidad.

 

Juan 5: 24  De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Juan 6: 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Juan 10: 28-29  Y   yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

 

Romanos 11:29  Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.

Efesios 1:13-14  En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,   que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

  Pedro 1: 4-5  para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

 

Los resultados que el pecado produce en un incrédulo y en un creyente  son completamente diferentes.  Mientras que en el incrédulo producen muerte y condenación, en el creyente producen  rompimiento de la comunión con Dios y, si se persevera en pecado, castigo temporal.

1ª Corintios 11:32  Más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.

 

        Pero, a causa de la elección de Dios que es producto de su libre voluntad, de la eficacia de los méritos e intercesión de Cristo y de la morada del Espíritu Santo,  el creyente no puede perder su posición en el Amado aunque por causa de sus pecados incurra en el desagrado de Dios, contriste al Espíritu Santo y acarree disciplina para sí mismo.  No obstante, la simiente de Dios que está el él y la naturaleza del pacto de gracia volverán a despertar en él el dolor por el pecado, el arrepentimiento sincero y la confesión para su perdón y restauración.

1ª Juan 1:9  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

 

        La doctrina de la seguridad eterna de la salvación en ninguna manera vuelve a los creyentes libertinos y disolutos, puesto que el que ha nacido de Dios posee una naturaleza que aspira por la santidad de Dios y por la comunión con él más que por los placeres engañosos del pecado. 

        Aquellos que escudándose en la doctrina de la seguridad eterna se lanzan a una vida mundana y rebelde demuestran por su misma conducta que jamás nacieron de nuevo y que por lo tanto no fueron elegidos de Dios.

        A causa de que en el creyente aún permanece la naturaleza pecaminosa heredada de Adán  y de que sigue siendo blanco de las tentaciones del mundo  y de Satanás, debe ser muy cuidadoso en poner en práctica los medios necesarios para perseverar en la comunión con Dios y ser librado de pecados graves.